Toma de time-lapse desde el coche en Fuerteventura.
Cuando el cielo pinta – La Calima y sus escenarios dramáticos
Como apasionados de la fotografía, siempre en busca de la imagen perfecta mientras recorremos la vida con sus colores y contrastes, vivimos aventuras que no se olvidan fácilmente. Hoy te contamos sobre un evento que no solo nos dejó sin aliento, sino que también nos cubrió literalmente de arena en el rostro: la famosa y temida Calima en Fuerteventura, justo en El Cotillo. Créenos: para los fotografos, trae imágenes espectaculares, pero también desafíos dignos de una expedición. Se podría decir que la Calima ajusta su calendario especialmente para ponernos en escena.
Nuestro día comenzó como tantos otros: con un café recién hecho y la ilusión de capturar nuevos paisajes. Apenas salimos de casa, notamos que algo era diferente: un fino y casi artístico velo cubría el paisaje. Sandra, con su sonrisa inigualable, bromeó diciendo que la arena misma nos había venido a visitar, como un director de orquesta que nos invitaba a su concierto de polvo. Y efectivamente, al dirigirnos hacia El Cotillo, la Calima se hizo cada vez más presente, como si hubiera estado esperando el momento perfecto para arrastrarnos a su mundo surrealista. Se podría pensar que la arena es una artista ingeniosa que nos ofrece su propia interpretación de la realidad.
Al observar más de cerca, nos dimos cuenta de que la Calima es una maravillosa pero caprichosa pintora. El paisaje se transformó en una pintura impresionista, donde cada grano de arena era un trazo delicado del pincel. Y nosotros, los afortunados observadores, intentamos capturar ese instante efímero con nuestras cámaras. Pero, como sucede a menudo –no solo en la fotografía–, este espectáculo natural tenía sus luces y sombras. Mientras documentábamos con entusiasmo la escena, también nos dimos cuenta de sus inconvenientes. Sandra recordó lo perjudicial que puede ser para la salud, sacó de su bolso unas máscaras –un accesorio algo surrealista para un fotógrafo, pero necesario en ese momento. ¡Vaya aventuras peculiares que vivimos!
El momento más curioso del día ocurrió cuando intenté capturar una imagen particularmente dramática de la Calima en todo su esplendor. En mi entusiasmo, olvidé por un instante que estaba en medio de la carretera. "Un paso más atrás, otro más... el encuadre aún no es perfecto", pensé. Un fuerte claxon me sacó de mis pensamientos – y me di cuenta de que había provocado un pequeño atasco en ambos sentidos. Como si de una comedia se tratara, saludé amablemente a los conductores en espera, aseguré mi ángulo ideal y, ¡voilà!, la foto perfecta estaba tomada. Este episodio, que nos sigue sacando una sonrisa, demuestra cuán estrechamente están ligadas la alegría y las pequeñas meteduras de pata en la vida.
Un reconocimiento especial para nuestros anfitriones españoles: con paciencia y una sonrisa, aceptaron que en Fuerteventura todo transcurre "muy tranquilo", mientras que el típico turista alemán parecía no poder llegar lo suficientemente rápido a la barra del hotel y lo expresaba con fervor. Mi voz interior se reía: "¡Amigos, están de vacaciones, relájense!"
El Cotillo, un oasis encantador que aún no ha sido explotado turísticamente como Corralejo o Morro Jable, nos enseñó ese día que la belleza y el peligro van de la mano en Fuerteventura. Mientras el velo de arena nos envolvía cada vez más, seguimos nuestro camino hacia el faro del Tostón, una pequeña aventura que nos obligó a equilibrar el atractivo estético con los desafíos prácticos de la naturaleza. Aquí, el Atlántico es indomable y la costa está salpicada de arrecifes rocosos y piscinas naturales. En estas piscinas, el agua se calienta rápidamente debido a su poca profundidad, alcanzando hasta 31 grados. Un baño caliente natural, aunque sin espuma de lujo. Y, para nuestra sorpresa, hasta los cangrejos de roca parecían disfrutarlo. El incesante clic de nuestras cámaras nos confirmaba: había fotos espectaculares por doquier.
Tras esta intensa mañana, nos dimos el lujo de disfrutar de un almuerzo delicioso. Como siempre, Sandra había preparado un picnic con mucho cariño. Nos dirigimos a la costa, donde un pequeño saliente rocoso nos sirvió de banco, con vistas a los intrépidos surfistas que desafiaban el mar bravo. La vista hacia el sur de Fuerteventura solo era interrumpida por el velo marrón de arena, cada vez más denso. Al primer bocado nos dimos cuenta de que también comíamos arena. ¿Sería bueno para los dientes? Mejor lo tomamos con humor. De alguna manera, este espectáculo polvoriento nos hacía sentir parte de un gran drama natural, mientras disfrutábamos del juego de mar, sol, arena y el delicioso picnic de Sandra – ahora aderezado con una pizca inesperada de arena.
Después de comer, dimos un paseo relajado por el casco antiguo, afortunadamente menos polvoriento. Sus callejones estrechos y rincones escondidos revelaban el encanto especial de El Cotillo, adornado con enormes murales fotográficos, restos de un proyecto que documentó la dura vida en Fuerteventura. Algunos necesitaban restauración, lo que nos llevó a la idea de fotografiarlos para mi galería de grafitis. Entre tanto, probamos un delicioso barraquito y curioseamos por pequeñas boutiques encantadoras. Pero pronto, el atardecer nos llamó de nuevo a la costa. Nos preguntamos con una sonrisa: ¿Cómo transformaría la Calima este espectáculo natural? Lo que siguió fue un megaespectáculo y una tarjeta SD completamente llena.
Al recordar ese día, pensamos en la majestuosidad polvorienta, los momentos inolvidables y las anécdotas divertidas que nos recuerdan que la vida es una aventura que se disfruta mejor en compañía. Con la cámara en una mano y una gran sonrisa en la otra, nos dejamos llevar por la danza de luz, sombra y arena. Y así aprendimos que cada instante, por efímero que sea, merece ser contado.
Así que, déjate inspirar por los pequeños imprevistos y los grandes momentos polvorientos. Porque la Calima, por impredecible que sea, siempre nos regala un capítulo nuevo en nuestra historia fotográfica.
























