Vuelo con el dron a lo largo de la costa desde Tarajalejo hasta La Lajita

Tarajalejo – La Lajita: Atrapados por el viento y perseguidos
Algunas caminatas empiezan de manera tan inocente, casi idílica. Respiras aire fresco, admiras las gaviotas y te preparas para el día. Y luego están esas caminatas que te hacen preguntarte cómo pudiste ser tan ingenuo de llenar la mochila con empanadas. La caminata de Tarajalejo a La Lajita fue una de esas.
"¡Mira, ahí hay stand-up paddlers!" dijo Sandra señalando a los valientes que se mantenían en el agua como figuras inestables de cerillas. "Espero que no caiga ninguno", murmuré mientras lanzaba mi dron, como si este también quisiera disfrutar de la vista. El viento era una brisa suave, ideal para la primera foto. Entonces, justo cuando estaba a punto de capturar el momento perfecto, un "¡Brrrmmm!" desde la distancia: Un jet-ski se acercaba rápidamente. El conductor tenía una expresión claramente de "Mira lo que puedo hacer", lo que casi hace que mi dron se estrelle.
A lo largo de la costa, estaba tranquilo, casi demasiado tranquilo. El Atlántico brillaba pacíficamente, el viento lo suficientemente fuerte para alborotarnos el cabello. Era tan silencioso que pensabas que nadie más tenía el mismo buen gusto que nosotros para estar allí. Era como si fuéramos las últimas personas sobre la Tierra, sin esa duda que suele acompañarnos.
Finalmente, La Lajita apareció a la vista. Una pausa era más que merecida. Habíamos esperado todo el día para hacer el picnic, y justo en ese momento, las gaviotas llegaron, como si acabaran de salir de una película de Hitchcock. Se lanzaron a las empanadas de Sandra como si nunca hubieran visto algo mejor. "¡Atrás, atrás!" gritó Sandra mientras intentaba ahuyentar a las aves con sus mejores poses de yoga. Pero las gaviotas no mostraron piedad. Juntas, conseguimos salvar nuestro almuerzo. Nunca habíamos comido tan rápido. Mi estómago respondió con un profundo gruñido.
Después del "desafío" de salvar nuestra comida, nos dispusimos a inspeccionar La Lajita más de cerca. La fiesta local aún estaba cerrada, lo que no nos impidió disfrutar del "encanto" de la zona. El viento comenzó a soplar con más fuerza, haciéndonos pensar que no debíamos quedarnos mucho rato molestando a los locales. En lugar del dulce olor a algodón de azúcar, nos saludó un aroma más... terrenal proveniente de la planta de tratamiento de aguas residuales. A veces te preguntas si la vida te lleva a estos momentos para recordarte que vivimos en un mundo de contrastes.
El plato fuerte de la caminata llegó a continuación. El viento se convirtió en una tormenta, y de repente nos encontramos en los acantilados, como si el viento hubiera venido personalmente a decirnos: "No paséis más". Sandra luchaba valientemente contra las ráfagas, pero su sombrero de ala ancha, decidido a llevar su propia vida, fue arrebatado por el viento y voló hacia el cielo. Pero Sandra, rápida como el viento, corrió tras él y lo atrapó justo a tiempo, agitando el sombrero como un trofeo. Ropa sucia, piel arañada, el cabello ahora con forma de erizo. Pero se mantenía orgullosa, mostrándole al sombrero quién mandaba. El resto del camino, lo sostuvo con mano firme.
A pesar de la fuerte brisa, no pude resistirme a visitar la solitaria casa en el acantilado, que había resistido los elementos durante décadas. ¿Qué es una pequeña cerca para alguien curioso? Al intentar cruzar, el clima decidió recordarme que no es educado entrar en la propiedad ajena. Me quedé atrapado. El clima tenía razón. Mis pantalones se rasgaron. Un momento de intimidad, hecho público. Sandra no pudo evitar reírse a carcajadas. "¿Dónde te compro unos pantalones nuevos?" me preguntó. "No hace falta", respondí, "siempre quise probar el look veraniego aireado."
Al final, no fue la aventura espectacular ni las vistas impresionantes lo que hizo especial el día. Fueron los pequeños momentos extravagantes. Fue el viento que nos llevó de un momento a otro, las gaviotas enseñándonos el arte de la guerra y el sombrero de ala ancha que nos volvió locos. Una pequeña caminata que no olvidaremos pronto.
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