Tráiler de la emocionante aventura de Gran Tarajal al Faro de la Entallada

De Gran Tarajal al Faro de la Entallada – Un día lleno de viento, agua y maravillas
El sol estaba alto cuando salimos de Gran Tarajal. El mar brillaba. Era el comienzo de un día caluroso. Helmuth estaba lleno de energía; yo prefería ir más despacio. Pero, como tantas veces, me dejé arrastrar por su entusiasmo. Aparcamos en el estadio. El camino comenzó suavemente, pero después de las primeras curvas, se convirtió en un desafío: piedras, sol, sudor. El viento era nuestro compañero constante.
Piedras Caídas no estaba lejos. La subida pedregosa se alargaba. El calor ardía. Helmuth resoplaba detrás de mí. “¿Todo bien?”, preguntó. Solo levanté el pulgar. No había tiempo para palabras.
Al llegar a la cima, nos recibió un pequeño grupo de cabras. Sus ojos marrones nos observaron con escepticismo. Una vida más silenciosa y salvaje que la nuestra. Una mordisqueaba una hoja de cactus, mientras otra golpeaba una roca con sus pezuñas, una clara demostración de poder. Entre brotes frescos de palma, el rebaño salvaje cenaba. Alguien claramente las había alimentado. Me gustó ver eso: una señal de que las personas aún tienen corazón para los animales. Tras unos clics y fotos interesantes, continuamos nuestro ascenso. Después de la cumbre y más fotos, el camino se estrechó: el abismo a la derecha, las rocas a la izquierda. Abajo, el mar espumeaba, como si quisiera advertirnos.
“No mires abajo”, dijo Helmuth. Lo hice de todos modos. Luego señaló la península: Vista Socorrida. Sonaba como un lugar seguro, pero aquí no había ayuda, solo nosotros y el viento. Estaba exhausta. Un repentino golpe de viento nos hizo detenernos. “¡Oh, no!”, gritó Helmuth. Me giré. Vi la botella rodando por las rocas hasta desaparecer en el abismo. “Ups”, dijo Helmuth, seco. “Tienes otra, ¿verdad?”, pregunté. Movió la cabeza. Resoplé. “Estás vivo, pero ahora moriremos de sed.”
“Entonces caminemos más rápido”, dijo, sonriendo. No respondí.
Cada paso pesaba más que el anterior. La sed quemaba mi garganta. Pero entonces, finalmente, apareció la Playa de los Pobres en Las Playitas ante nosotros. Me tambaleé por la última pendiente. Helmuth se dejó caer agotado en la arena, y yo me lancé a las olas. El agua fría eliminó el polvo de nuestra piel. Se sentía como si nos devolviera a la vida. “Nunca más sin dos botellas de agua”, dije. “O tres”, respondió él. En ese momento, nada nos importaba más que la frescura del agua. No descansamos mucho; la sed nos impulsaba a seguir. Así que fuimos al Restaurante Las Rampa, donde la vida se servía en botellas. Unos pescadores en el muelle discutían ruidosamente sobre la mayor captura del día. Era un poco como la vida misma: siempre una lucha, a veces por algo tan simple como un pez. “¿Qué piensas?”, le pregunté a Helmuth.
“El pez ganará”, respondió. Y nos reímos.
Pero el Faro de la Entallada no era algo en lo que quisiéramos pensar en ese momento. “Me quedo aquí”, dije. “Voy en guagua a Gran Tarajal, cojo el coche y luego al faro”, respondió él. Me acosté en la Playa del Pajarito, dejé que la arena me sostuviera y cerré los ojos. El viento jugaba con mi cabello, las olas cantaban canciones suaves. El tiempo se estiraba y encogía. “¿Lista?”
Abrí los ojos. Helmuth estaba frente a mí. “Vamos, al faro.”
El camino al Faro de la Entallada fue un viaje contra el viento. Las carreteras eran empinadas, las curvas cerradas. La arena golpeaba el coche. Pero cuando llegamos arriba, todo quedó atrás. El faro estaba allí, una fortaleza blanca contra el mar, contra el tiempo. Me paré en la pasarela y observé el espectáculo. El sol comenzaba a despedirse, el azul del cielo se transformaba en un caleidoscopio de naranja, rosa y púrpura. Casi podía oír el viento bailar con las olas. Helmuth ya estaba en marcha, capturando las últimas imágenes. Lo miré y supe que teníamos algo que el día nunca nos devolvería: la pura belleza de la sencillez.
“Eso es Fuerteventura”, dije. “Vida tranquila.”
“A pesar de todo?”, preguntó Helmuth.
Asentí. “A pesar de todo.”
Y mientras volvíamos, solo dije: “Mejor rutas más cortas... y más agua.”
Consejos – Para tu visita
Visita temprana al faro
Planea una visita al faro (Faro de la Entallada) temprano por la mañana o al final de la tarde. La suave luz del amanecer o del atardecer no solo ofrece paisajes fotográficos impresionantes, sino que también crea un ambiente tranquilo, lejos del bullicio turístico que suele comenzar alrededor de las 10 de la mañana. ¡Así que es mejor levantarse temprano!
Descubre las zonas auténticas de Gran Tarajal
Gran Tarajal no es un foco turístico, así que da un paseo por el paseo marítimo y por las estrechas callejuelas del lugar. Hay mucho por descubrir. Visita las pequeñas plazas del pueblo, donde muchos locales se reúnen para conversar sobre la vida. Eso es la auténtica Fuerteventura.

Back to Top